Lo sé, o al menos, coincido.

Mumuza y Garrapata

Mumuza: (...) ¡¡¡!!!!

Garrapata: ¿qué pasa?

Mumuza:... aprendí a viajar en el tiempo...

Garrapata: ¿cómo, si has estado aquí todo el tiempo?

Mumuza: No, antes de esta conversación dije: hechos, no palabras, como si fuese mío, como si ese razonamiento fuese de mi razón...

Garrapata: (...)¿¿¿????

Mumuza: Sin embargo, nos consta de nuestros registros que lo ha dicho Demóstenes, S. IV a.c. ¿Ahora, lo entendés?

La Fiducia nostra

Mumuza: El dinero (denario, en el imperio romano) tuvo una transformación representativa en el  845 a.C. durante la dinastía Tang, se hizo papel. Desde entonces, desempeña un papel de intermediario, que permite disociar los intercambios en el tiempo y en el espacio, para evitar el bloqueo de trueque a través de la doble coincidencia de los deseos. A eso precisamente llamamos dinero fiduciario: Su aceptación y uso descansa en la confianza.

Garrapata: A ver si entendí… la fe depositada en un papel?

Mumuza: por los siglos de los siglos, amén.



GISELA, DE ACUARIO


- Hubo un tiempo en el que todos fuimos igualados bajo el concepto de energía. Las personas tomaron una nueva conciencia y se dieron una nueva naturaleza. Empezaron rechazando el trabajo, luego el conocimiento científico, hasta valorizar con carácter supremo el tiempo libre.
Un movimiento virtual sostuvo la proscripción del uso de apellidos. Ellos explicaban que, eran los que nos unían a una historia social mínima y de condena, nos ligaban a escasas costumbres, eran los límites a la comunicación verdadera y por lo tanto, a la fluidez total de la energía. Propusieron, en su lugar, una mínima diferenciación, la que nos otorgan las casas astrales al nacer en este mundo. Las características de la personalidad según los astros, los ahora dioses. Fue la legítima división, aunque para lograrlo, debieron conceder a los padres la capacidad creadora de dar un nombre.
Así, el Sol, supremo en energía, volvió a ser la estrella adorada…

- Aahh! Ahora sé que soy Gisela de Acuario!

- Pues ¿quieres que te cuente un secreto? El razonamiento es siempre el mismo, y las palabras son las mismas aunque no lo sean. Así es el orden, y nada ha cambiado.

- ¡No lo entiendo!

- Ya lo verás, algún día, ahora, vete a dormir…

Le pronunciaron su oráculo. Fue entonces cuando supo que sólo poseía tiempo, el que transcurriera hasta que se cumpla…

Sintió que había tanto dicho en este mundo, que ya no era necesario decir nada más. Cada palabra, que daba una vuelta más de tuerca, no hacía más que ajustar un poquito más, hasta ser tanta la presión que sólo podía reventar. Para su sorpresa no sucedió. Pensó qué sucedería cuando ya no estuviese, pero también pudo pensar que mientras que las palabras sean las mismas, todo, será lo mismo.